Hoy inicia el último año de la LXV Legislatura –la legislatura de la paridad de género– y ésta será presidida por mujeres en ambas de sus cámaras: Ana Lilia Rivera (Morena) en el Senado y Marcela Guerra (PRI) en la cámara baja. El drama no estuvo ausente en el proceso de elección durante las plenarias de sus respectivos partidos.
En cuanto a la elección por parte de la bancada priista, las pretensiones entre los distintos líderes y grupos provocó incertidumbre en los días anteriores a la reunión plenaria del tricolor. Sonaron los nombres de Carolina Viggiano, Marcela Guerra y Alejandro ‘Alito’ Moreno, quien no se cansa de querer protagonizar en todas las primeras planas. A los intereses entre los distintos grupos priistas hay que añadir las tensiones que surgieron entre Beatriz Paredes y ‘Alito’ Moreno sobre si la tlaxcalteca se bajaba o no de la contienda por el Frente Amplio. A pesar del alboroto, la elección de la presidenta de la Mesa Directiva se llevó a cabo sin mayor problema, resultando ganadora Marcela Guerra. Tras las deserciones de Chong y su grupo hace dos meses, el PRI parece que está manteniendo la unidad actualmente.
En el proceso morenista la decisión conlleva consecuencias de trascendencia para la política nacional. A menos de una semana de que se dé a conocer la persona que encabezará la “defensa de la cuarta transformación” –no nos engañemos, #EsClaudia–, la bancada morenista en el Senado definió que una mujer afín a Sheinbaum presidirá el último año la Mesa Directiva: Ana Lilia Rivera. Esta decisión consolida el poderío de los “ultras” en el Senado, un ámbito en donde lo que más le ha costado a Morena es alinear a todos sus legisladores conforme a las posturas oficiales de Palacio Nacional.
La elección de Ana Lilia Rivera como presidenta de la mesa directiva es premonitoria de lo que pasará la siguiente semana e incluso los siguientes meses. AMLO alzará la mano de Claudia Sheinbaum como la candidata presidencial para el 2024, los pedazos más grandes del pastel se repartirán entre su grupo político de “ultras” –pensemos en la Ciudad de México– mientras que los que antes eran rebeldes se doblegarán para alcanzar un pedazo. La gran pregunta es, ¿qué hará Ebrard?