Ya casi se cumplen dos meses desde que el escritor Guillermo Sheridan reveló que la tesis por la que se tituló como abogada la ministra Yasmín Esquivel es casi idéntica a una presentada con anterioridad en la Facultad de Derecho de la UNAM. Hasta el momento no ha habido repercusiones en contra de la ministra y pudiéramos pensar que quedará como un incidente más en el inmenso registro del anecdotario de abusos de la política mexicana, en donde – en palabras de Gonzalo N. Santos – “la moral es un árbol que da moras”.
Esta semana el asunto se tornó aún más preocupante, ya que la ministra Esquivel presentó un amparo en contra del Comité de Ética de la UNAM para evitar que continúe la investigación en su contra. La jueza que admitió el amparo concedió una suspensión provisional que ordena a la UNAM a dejar de informar sobre el proceso, argumentando que de esta forma se protege la presunción de inocencia de la presunta plagiaria. La ministra abusa de su cargo por poner a su disposición la maquinaria del Poder Judicial y evitar que se le investigue: la presunción de inocencia es un principio del derecho penal para proteger las garantías de la persona imputada, el proceso en contra de la ministra es un modesto proceso académico.
Sus compañeros en la Suprema Corte tampoco saben qué hacer con la presencia incómoda de Esquivel, por lo que la ministra presidenta inició un procedimiento para evaluar qué trámite darían a las denuncias en contra de Yasmín. El proyecto corresponderá a González Alcántara, quien deberá proponer al Pleno una solución. Esquivel Mossa busca silenciar al escrutinio público, pero aún hay esperanza en los guardianes de la Constitución para conservar nuestro Estado de Derecho.