Esta semana la SCJN resolvió la Controversia Constitucional 280/2023 presentada por el INAI en la que se reclamaba la omisión del Senado de la República para ejercer su facultad de nombrar a los comisionados del instituto. Finalmente, el día de ayer la Corte determinó que el Senado de la República había incurrido en una omisión administrativa al no designar a los comisionados. Destacó en la votación que las ministras Loretta Ortiz Ahlf y Yasmín Esquivel Mossa votaron en contra mientras que el ministro Arturo Zaldívar estuvo ausente de la sesión.
Los efectos legales de la sentencia obligan a la cámara alta a realizar estas designaciones antes de que culmine el periodo ordinario; a saber el 15 de diciembre del año en curso. Lo más destacable de este proceso jurídico de la resolución de controversias es el análisis constitucional derivado. La Corte determinó que esta omisión no solo afecta al instituto sino también vulnera el derecho humano al acceso a la información y transgrede el propio diseño constitucional.
De fondo también podemos advertir un síntoma de la posible crisis democrática que estamos viviendo. Este conflicto surge a partir del vacío constitucional sobre las consecuencias del incumplimiento de una obligación constitucional de hacer. En su momento, cuando se reformó la constitución federal para elevar al IFAI como un órgano constitucional autónomo, ahora INAI, no se contempló la posibilidad de faltar a los nombramientos de los comisionados. A pesar de que el diseño constitucional está dado para que mediante el acuerdo político de los grupos parlamentarios se construyan mayorías para designar a los comisionados, nunca se contempló una facultad residual para evitar la omisión permanente.
Si bien los órganos constitucionales autónomos son útiles para resolver asuntos de Estado y garantizar derechos fundamentales, también en su diseño quedaron vicios políticos que los llevaron a una integración defectuosa. El resultado: la inoperancia del INAI durante más de 140 días. ¿Qué podemos aprender de esto? Que ni los órganos autónomos son la panacea de nuestra democracia, ni que nuestro sistema de pesos y contrapesos sirve de la mejor forma. Nuestra democracia todavía tiene pulso, pero agoniza por las mayorías que intentan ahogar las instituciones que cuando eran minorías impulsaron su desarrollo.