El 22 de marzo, el presidente Andrés Manuel López Obrador envió una extrañísima carta a su homólogo chino, Xi Jinping, refiriéndose al tema del tráfico del fentanilo a EE. UU. La carta acusa a los “groseros” congresistas estadounidenses de responsabilizar falsamente a México por la producción y el tráfico del fentanilo. Después, recoleta datos que muestran que la droga es proveniente del continente asiático y, finalmente, le pide apoyo al mandatario chino para reducir el tráfico del fentanilo en su país.
¿Por qué digo que es una carta extraña? Pues, porque con la misma pluma, México reprocha las presiones irracionales de EE. UU. mientras pide discretamente el apoyo de China y le avienta la pelota de responsabilidad ¡Diplomacia!. Mao Ning, la portavoz del Ministerio chino de Asuntos Exteriores, afirmó que en China no se produce el fentanilo y que EE.UU debe de ocuparse de sus propios problemas ¡Gracias, China! Puso en palabras lo que todos pensamos.
El 12 de abril, el presidente López Obrador, creó una comisión presidencial para detener el tráfico del fentanilo presidida por, Rosa Icela Rodríguez, la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana. Y, acompañada de altos funcionarios del gobierno mexicano, viajó a Washington para dialogar con el gobierno estadounidense sobre esta asunto que es de menester importancia… para ellos. Aunque a la reunión asistió la crėme de la crème del gobierno mexicano, la contraparte estadounidense resultó ser de poca autoridad evidenciando la actitud de los vecinos del norte ante el tema: “sí es mi problema, pero es tu problema resolvérmelo”.
A mi parecer, tanto la extraña carta de AMLO como la excursión a Washington cumplen con un fin: guardar las apariencias. No importa cuántos datos presente México ante las obtusas acusaciones gringas sobre el fentanilo, parece que, ahora, ellos tienen otros datos y necesitan alguien a quien culpar… porque todos son culpables menos los estadounidenses.
China gritó lo que México calla. En mi opinión, el problema del fentanilo recae en su demanda doméstica y en su ineficiencia para reducirla. Ahora sí que México solo está quedando bien ante lo que sabe que no es su responsabilidad. No le queda de otra, con EE.UU. no se puede razonar.