Julio Cesar dijo: “Divide y conquistarás”, pero el presidente López Obrador ha decidido que para conquistar el Estado mexicano debía pintarlo completamente del color guinda.Nuestro sistema político se basa en el balance de tres Poderes: el Ejecutivo, Legislativo y Judicial. El Movimiento de Regeneración Nacional ha postulado un proyecto de nación en el que la distribución de poder tendría que cambiar y unir a los Poderes bajo la dirección del Ejecutivo y su partido.
López Obrador sabía que no con solo sentarse en la silla presidencial alcanzaría su anhelada Transformación. La hermandad con la Secretaría de Gobernación fue asegurada con la salida de Sánchez Cordero, el relevo de Adán Augusto y el inamovible soporte de María Luisa Luján. Después, tenemos el estrecho vínculo entre la Jefatura de Gobierno de la CDMX, primero con Sheinbaum y, después, con Martí Batres. Finalmente, no podemos omitir el evidente apapacho del presidente con las Fuerzas Armadas. El Ejecutivo está amarrado.
En el Legislativo, Morena tiene la mayoría simple en el Congreso de la Unión, lo que le permite reformar leyes a placer. No obstante, el partido lucha por la mayoría calificada que le daría el poder de alterar la Carta Magna. Para presentar iniciativas de ley, tenemos grandes apoyos en el Senado, como el de Ricardo Monreal, que le permite a Morena negociar con la oposición. El Legislativo está casi amarrado, poco falta para el control del aparato de construcción normativa.
Ahora, en el Poder Judicial, tenemos problemas. La llegada de la ministra Norma Piña ha evidenciado el rotundo rechazo del Ejecutivo. “¡Fifis, conservadores, corruptos!” llamó al Judicial cual niño quejumbroso ante una actitud adversa a sus deseos. La salida del ministro Zaldívar otorgó un regalo al Ejecutivo: un asiento en la Suprema Corte.Es aquí donde entra la nueva ministra Batres… así es, hermana del Jefe de Gobierno. La nueva ministra afirmó que su afinidad política no interferiría con la vigilancia de la justicia y la Constitución. Sin embargo, su apoyo a López Obrador desde hace más de dos décadas ensombrece sus intenciones de fortalecer un balance de Poderes. Es la primera vez que el Ejecutivo elige a un ministro de la SCJN y no quiso errar: mejor morenista conocido que morenista por conocer. Morena ha demostrado que la lealtad es premiada, sin embargo, la justicia debe ser ciega y no fiel.