Esta semana en la Suprema Corte (SCJN) se llevó a cabo la elección para su nueva presidencia y la presidencia de ambas de sus Salas. El preludio a la elección estuvo marcado por la denuncia de plagio de la candidata Yasmín Esquivel -una de las ministras predilectas del Ejecutivo- la cual prácticamente la eliminó de la contienda. Finalmente, la ministra Norma Lucía Piña Hernández fue electa para presidir la SCJN durante los siguientes cuatro años, la primera mujer que ocupará este cargo. De la ministra presidenta se espera que fortalezca la autonomía de la SCJN y que garantice que sea un contrapeso frente a los otros poderes, ya que el anterior presidente favoreció en diversas ocasiones al Ejecutivo con decisiones cuestionables constitucionalmente.
A pesar de ser un voto secreto, AMLO tuvo la ocurrencia de divulgar cómo votaron los ministros. No nos corresponde juzgar si el presidente inventó el sentido de los votos o si fue confiable, pero una vez más vuelve a comprometer la autonomía del Poder Judicial. La consecuencia fue que en la elección de las presidencias de las Salas -las cuales suelen ser a mano alzada- se realizaron en secreto. La mayor sorpresa en la elección para la presidencia en las Salas, fue que Loretta Ortiz fue rechazada para presidir la Segunda Sala, en su lugar se eligió a Pérez Dayán.
Los cambios de esta semana en la SCJN y en ambas de sus salas son esperanzadores en cuanto a que el Poder Judicial vuelva a ser un contrapeso firme y libre de injerencias del Ejecutivo.