Si algún tipo de esperanza quedaba en el Poder Legislativo en México, yo hubiera apostado a que se depositaba en el Senado de la República. Sin embargo, lo que muchos han denominado la noche triste en el ámbito legislativo, en donde se aprobaron 19 reformas a leyes secundarias y una reforma constitucional, demostró el poco respeto que existe hacia el procedimiento legislativo, el espíritu constitucional y el desprecio a la democracia.
Mucho se ha hablado sobre las reformas legislativas aprobadas; sin embargo, poco se ha analizado sobre el papel de la oposición como contrapeso a la mayoría legislativa. Únicamente la senadora Xóchitl Bravo (PAN) tomó la iniciativa de ir a la sede alterna del Senado para intentar frenar la aplanadora legislativa de Morena. Mientras tanto, PAN, PRI, PRD y grupo plural decidieron quedarse tras la barrera mientras el grupo parlamentario de Morena estocaba, reforma tras reforma, hasta saciar al presidente de la República.
Si este es el nivel de oposición que nos espera en 2024, Morena tiene garantizado un sexenio más sin contrapesos. Si bien es cierto que los mexicanos elegimos, sexenio tras sexenio, mantenernos en democracia, también es cierto que nuestro sistema democrático está roto. Toda vez que los operadores jurídicos-políticos de nuestro sistema democrático se saltan las reglas del juego, bajo un principio maquiavélico, y no sufren las consecuencias de ello, nos acercamos más y más a la impunidad política.
La noche triste es el claro ejemplo de esta impunidad política. Misma carga de responsabilidad tienen los legisladores morenistas, como los senadores de oposición en este proceso legislativo. Nuestros operadores políticos (oficialismo y oposición) hicieron lo que el presidente ordenó y olvidaron su responsabilidad hacia sus representados: la de analizar y legislar lo que mejor convenga al país. Muestra de ello es la aprobación de la Ley General en Materia de Humanidades, Ciencia, Tecnología e Innovación, que fue aprobada sin haber tramitado dictamen en Comisiones.
En esta noche triste legislativa solo queda la esperanza de que la Suprema Corte ponga cierto orden en el atropello legislativo comentado. De ser así, quedará un poco de esperanza en nuestro sistema político. No obstante, no debemos permitir como ciudadanía también soltar esa responsabilidad de exigir a mejores operadores políticos. Olvidemos 2024, el reemplazo generacional de nuestros operadores debe aspirar hacia 2030.