Esta semana se tensaron las relaciones con nuestro vecino del norte debido a la crisis de inseguridad. Cuatro ciudadanos estadounidenses –Latavia McGee, Shaeed Woodard, Eric James Williams y Zindell Brown– fueron víctimas del crimen organizado en Tamaulipas. Lo que sería una visita a México para una cirugía estética provocó la pérdida de la vida de Woodard y Brown y el secuestro de McGee y Williams. En un video que ha circulado en redes sociales se muestran a distintos hombres subiendo forzadamente a las víctimas a una camioneta.
Estos hechos provocaron que el gobernador de Texas, Greg Abott, pidiera designar a los cárteles como grupos terroristas para poder hacer uso de las fuerzas armadas y combatirlos en suelo mexicano. El congresista texano Dan Crenshaw presentó una iniciativa en el mismo sentido para que el ejército estadounidense actúe en contra de los cárteles.
Las propuestas de los políticos texanos han provocado reacciones mixtas en la sociedad mexicana: AMLO inició una campaña para que no se vote por el partido republicano y calificó de “intervencionista, inhumano, hipócrita y corrupto” a Crenshaw. Por su parte, Monreal rechazó la propuesta en redes sociales y se mostró preocupado por la “regresión a las épocas del intervencionismo”. Crenshaw se mofó de ambos morenistas e incluso vinculó a Monreal con el narcotráfico.
La crisis de inseguridad en el norte del país ya se está volviendo insostenible. Las preocupaciones de los políticos republicanos y sus soluciones drásticas son un reflejo de las políticas que están abriéndose camino rumbo a las elecciones presidenciales del 2024 en Estados Unidos. Esta radicalización intervencionista no está justificada, pero habla de una necesidad del electorado estadounidense y ya está afectándonos directamente.