Dentro de la gran lucha de la cuarta transformación en contra del “régimen neoliberal”, uno de los frentes principales ha sido el de la ciencia. En la historia de la filosofía del siglo XX hubo un gran debate en torno a la pregunta sobre qué entendemos por ciencia. En un extremo del espectro se encontraba el positivismo lógico postulado por el Círculo de Viena. Este grupo de filósofos y científicos sostenían que la única forma de hacer ciencia era por medio de la observación empírica y el análisis lógico del lenguaje, limitando la validez de la ciencia a un solo método en el que el conocimiento válido es lo empírico y verificable.
Frente a la postura del Círculo de Viena, a mediados del siglo pasado surgieron escuelas críticas como el historicismo (Thomas Kuhn), el anarquismo epistemológico (Paul Feyerabend) y la escuela crítica de Fráncfort (Adorno y Horkheimer). Estas escuelas filosóficas sostenían dos grandes premisas que: la ciencia no es una disciplina neutra, sino que está influida por la sociedad, y en el caso de la escuela más radical de Fráncfort que la ciencia predominante obedece a los intereses empresariales; y segundo, que no hay un solo método científico, sino una pluralidad de métodos o formas en las cuales se puede alcanzar el conocimiento.
En este gran marco teórico es en donde actualmente se libra la batalla intelectual respecto a la Ley General en Materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación. Los representantes de la cuarta transformación buscan ampliar la definición de ciencia para ser más plurales e inclusivos e incorporar disciplinas que anteriormente estaban marginadas del discurso científico hegemónico. Sin embargo, pecan en su discurso al crear un falso dilema, excluyendo la manera tradicional de comprender a las ciencias y acusando a los centros de investigación como el CIDE de ser parte del régimen neoliberal.
En un mundo plural no hay razón por la cual las ciencias modernas deben entrar en conflicto con otras visiones para comprender el mundo, ni viceversa. Lo más importante en la comunidad científica es que existan las condiciones de posibilidad para que se discutan libremente métodos y resultados con el único fin de generar conocimiento.
El falso dilema creado por la cuarta transformación polariza y tensa visiones del mundo que no son excluyentes. Peor aún, crea una batalla cultural para alejarnos de las preguntas relevantes sobre la nueva Ley respecto a la asignación presupuestal suficiente y transparente para las áreas de humanidades, ciencias, tecnologías e innovación.