No es fácil ponderar el desempeño de Arturo Zaldívar Lelo de Larrea como ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ni su polémica renuncia. Comenzaré por el final. Por medio de sus redes sociales, el jurista queretano sorprendió a muchos -incluyéndome, otros ya lo esperaban- con la publicación de una carta que había enviado al presidente López Obrador para anunciar que su ciclo como ministro había llegado ya a su fin, argumentando que “las aportaciones que puedo realizar desde esta posición en la consolidación de un mejor país se han vuelto marginales”. Agregó que su deseo era sumarse a la “consolidación de la transformación de México, desde los espacios que me brinden la oportunidad de tener incidencia en la construcción de un país más justo y más igualitario”; en otras palabras, hizo de conocimiento público que aspiraba unirse al proyecto político morenista. Estos deseos se hicieron patentes con la publicación de una foto por parte de Sheinbaum en donde presumía la incorporación de Zaldívar a su equipo de trabajo.
La renuncia del ministro deja un sabor amargo en una carrera con muchos claroscuros. Se da a poco más de un año de que concluyera el periodo constitucional de Zaldívar como ministro y le permite a AMLO elegir a un ministro más, el cual durará 15 años en su cargo. Este regalo de Zaldívar a López Obrador desnudó el no tan secreto affair entre ambos personajes -es indispensable el requisito de independencia entre el Poder Judicial y el Ejecutivo-, sobre el cual la prensa crítica sospechaba desde enero de 2019, mes en que Zaldívar asumió la presidencia de la SCJN. También pone en evidencia consternaciones del presidente respecto a su pase de antorcha: busca perpetuar su poder de manera transexenal, muestra una desconfianza sobre la capacidad de gobernar de Sheinbaum y de sus decisiones -en caso de ganar le hubiese correspondido a la ex jefa de Gobierno nombrar al ministro- y le preocupa la conformación de los grupos en el Congreso de la Unión en 2024.
A pesar de la decepción que el ministro Zaldívar provocó en buena parte de la ciudadanía, hay que recalcar que sus tropezones no iniciaron hasta que llegó AMLO al poder. Fue a partir de entonces que comprometió su independencia judicial y que sus criterios se convirtieron en maromas acrobáticas. Sin embargo, los nueve años anteriores de su actividad como ministro nos legó un gran catálogo de sentencias y construcción de argumentos jurídicos a favor de los derechos reproductivos de las mujeres, en defensa de minorías de la diversidad sexual y el derecho al consumo de la marihuana como una extensión del libre desarrollo de la personalidad.
En estos momentos es difícil evaluar los catorce años del ministro en la SCJN y su legado como unidad, más allá de la rápida y sencilla división “antes de AMLO” y “después de AMLO”. Él conocerá muy a fondo los motivos de su acercamiento con la política partidista; pero serán el tiempo y el pueblo quienes lo pondrán eventualmente en su justa dimensión y tendrán la última palabra sobre si tiene algún futuro en la construcción del Estado mexicano y su democracia.