No hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague. Finalmente el Estado de México tendrá alternancia luego de casi 100 años de priismo. Quién hubiera pensado que sería Delfina Gómez en su segundo intento, casi como Andrés Manuel López Obrador, quien ganaría la gubernatura del Estado. Para bien de los mexiquenses, la victoria entre Delfina y Alejandra fue de más de 5 puntos, de lo contrario se hubiera soltado el tigre.
La victoria de Alejandra del Moral fue entendida como el fin del partido revolucionario institucional, el fin de una era. Es cierto que a lo largo del sexenio el partido ha perdido prácticamente todas sus gubernaturas, la primera fuerza en el Congreso de la Unión y numerosos municipios. Sin embargo, yo no me atrevo a afirmar que el PRI ha muerto y Alejandra del Moral es prueba de ello; el partido aún tiene pulso.
Alejandro Moreno, presidente del tricolor, afirmó que Alfredo del Mazo, gobernador del Estado de México, prácticamente no hizo su parte y entregó la gubernatura en charola de plata a Morena. No obstante, Alejandra del Moral días después, en tono reconciliador, salió a defender a Del Mazo asegurando que son compañeros de lucha y que las afirmaciones de Moreno son falaces. Con esto, Alejandra del Moral suena como el relevo natural de Alejandro Moreno en la dirigencia del partido. Tiene todo para ganar, nada que perder y mucho que ofrecer.
Las elecciones en Coahuila dejaron algunas enseñanzas, para todos los partidos. En primer lugar, el PT y el PVEM le demostraron a MORENA el verdadero costo que puede significar no ir en alianza rumbo a 2024. Asimismo, en lo regional, demostraron que la fortaleza de un gobernante y su popularidad, como lo es Riquelme, pueden coadyuvar positivamente a mantener a su partido en el poder. Los resultados hablan más que una campaña.
Ha terminado ya la contienda electoral del Estado de México y Coahuila y comenzó el 2024. Las lecciones aprendidas deberán resonar no solo en los aspirantes morenistas, sino también para las dirigencias de los partidos.