Ha comenzado el atardecer de este sexenio. Con el mal llamado proceso interno de Morena para elegir a su coordinador nacional para la defensa de la 4T, comienza también el fin del poder político de Andrés Manuel López Obrador. Hay que reconocerle al presidente su astucia para marcar el ritmo político de este fin de su sexenio. Algunos opinan que es muy pronto hablar sobre las elecciones de 2024 y que el desgaste partidista es innecesario. Sin embargo, hoy Morena está agrupado por numerosos grupos políticos que están unidos por un solo líder. Esto cambiará en 2024 y los dirigentes del movimiento deben acomodarse como mejor les convenga pues saben que no todos pueden salir en la foto.
Esta semana el mandatario marcó un ultimátum para su gabinete legal y ampliado. Les dio hasta el martes para que, quienes aspiran a un cargo popular en 2024, llegaran con su carta de renuncia en mano. Con esto el tabasqueño domina el ritmo político y va soltando, poco a poco, el capital político que posee. Hoy sabemos que podrían ser ocho funcionarios quienes se separen del cargo los próximos días. Entre ellos: Ricardo Sheffield, titular de la Profeco, quien buscará la gubernatura de Guanajuato, Rocío Nahle, titular de la Secretaría de Energía, quien busca la gubernatura de Veracruz, Margarita González, titular de Lotería Nacional, quien quiere contender por la gubernatura de Morelos, mismo cargo que buscará Rabindranath Salazar, coordinador de políticas de la Presidencia, y Zoé Robledo, quien busca la gubernatura Chiapaneca, entre otros.
Hay algo que López Obrador no podrá controlar tras su salida y que posiblemente deba ser materia de preocupación. Se trata del control político del partido y sus seguidores. Si hoy Morena no se ha desbandado es porque tiene un líder que todo mundo respeta. Sin embargo, tras su llegada a Palenque, solo quedarán tribus y grupos políticos que podrían terminar dividiendo al partido. Hoy somos testigos como distintos funcionarios del gobierno y legisladores comenzaron a agruparse. También fuimos testigos de los reclamos de Claudia Sheinbaum hacia Alfonso Durazo, cual si fuera un mal empleado. Se trata de un claro síntoma de una grave enfermedad que padece Morena, el sectarismo.
Cada ocaso de sexenio podemos presenciar algunos efectos negativos de las salidas de los titulares de las carteras políticas en los poderes públicos. Así como cuando la selección de fútbol pierde a sus titulares y juega con el banquillo, de la misma forma las instituciones públicas se verán mermadas. En el Senado de la República, por ejemplo, vemos como la salida de Monreal cambió el equilibrio en la Jucopo con la llegada de Eduardo Ramírez Aguilar, quien también buscará la gubernatura chiapaneca en su momento. El último año de la legislatura será conflictivo y afectará a la ciudadanía, pues ahora cada decisión legislativa tendrá una sola lógica: la electoral.