Este miércoles terminó el proceso interno de Morena para elegir a la coordinadora nacional de la 4T. Los resultados son claros: ganó Claudia Sheinbaum. En promedio, Sheinbaum sacó 14 puntos de ventaja a Marcelo Ebrard en las 5 encuestas que llevó a cabo el partido. Sin sorpresa alguna y a consecuencia de los vicios del proceso, Marcelo Ebrard anunció que ya no hay espacio en el movimiento político que lo llevó a la Cancillería mexicana.
Desde la operación política y de Estado que denunció Latinus en favor de Claudia Sheinbaum, el acarreo, la amenaza de perder los apoyos del gobierno, los miles de espectaculares y bardas, fueron las tramas que utilizó Claudia Sheinbaum para ganar la encuesta. No es que Ebrard no haya intentado hacer lo mismo, pues sería irresponsable decir que no fue así. También participó con la pinta masiva de bardas, con los miles de promocionales de su nuevo libro, incluso utilizó los actos de la SRE para hacer propaganda política. La gran diferencia con Claudia es que AMLO no le alzó la mano.
En una narrativa política en la que todos los integrantes del movimiento concentran el poder político en un solo hombre, no debe sorprendernos que haya ganado la única persona a quien realmente apoyó Andrés Manuel López Obrador. Hoy Claudia Sheinbaum ya detiene el bastón de mando de la cuarta transformación. Ahora la nueva coordinadora tiene el poder máximo en el movimiento político más relevante del último medio siglo.
Luego de la guerra intestina en donde cada corcholata jugó un rol, unas más serias que otras, para validar el proceso electivo, es hora de limar asperezas. Sheinbaum tiene una misión complicadísima y no es la de retener a Marcelo Ebrard, quien ya dijo que no cabe en el movimiento, sino intentar darle un lugar político a todos los legisladores marcelistas; la verdadera fuerza política del ex Canciller.
Algo cambió en el escenario político. Ahora todos van a jugar con las reglas de Claudia Sheinbaum, ella decidirá las posiciones políticas de relevancia, desde candidaturas estatales, senadurías, diputaciones y por qué no, también podría empezar a prometer embajadas a líderes de la oposición que quieran ir transformándose en morenistas. El que se mueva no sale en la foto, decían los viejos priistas y posiblemente sea la máxima que utilice Claudia Sheinbaum para intentar retener al grupo político de Marcelo Ebrard.