El nueve de mayo del año en curso, el presidente Andrés Manuel López Obrador firmó el decreto que pone fin a la emergencia sanitaria del Covid-19 en México. Esto implica el fin a las restricciones, lineamientos y recomendaciones del gobierno para controlar y reducir los daños de este virus a la población… sí, pero ¿qué significa? implica que podemos “volver a la normalidad”. Sin embargo, ¿esto es posible?
El Covid-19 dejó alrededor de 334,000 muertes y más de siete millones de contagios en nuestro país. Tal vez queremos dejar atrás el recuerdo de un México donde los contagiados peleaban por una cama de hospital y donde la gente fallecía sin despedirse y luchaba por respirar. Esa era la realidad, ese era el mundo que el Covid-19 dejó.
Hoy, el 64% de la población está completamente vacunada y los casos de contagio no rebasan los 100 diarios. Hoy, la vacuna Patria se une a la plétora de vacunas disponibles para la población. Hoy, podemos decir con cierto titubeo “estamos a salvo”. Sin embargo, hoy, existe la pregunta, ¿Quién es el culpable de todas esas muertes y de todo ese terror?
Un juez federal revocó la no acción penal y ordenó a la Fiscalía General de la República indagar cualquier acto de omisión, incluso delitos, que pudo haber cometido el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell.
A ver, ¿por qué se acusa al subsecretario y no al secretario de Salud que no mostró ni sus luces durante la pandemia?, ¿por qué no acusar también a López Obrador que invitó a la población a besarse y abrazarse y a protegerse con imágenes religiosas?, ¿por qué no proceder contra la población que organizaba fiestas clandestinas en plena pandemia?
Sí, la pandemia nos agarró desprevenidos a todos y es cierto que el gobierno pudo haber actuado mejor ante la incertidumbre que el virus sembraba. Pero, sólo apuntar el dedo y buscar culpables no sana el dolor ni devuelve las vidas perdidas. Ahora queda capitalizar los errores durante la pandemia y buscar mejorar lo aprendido.