Antes de la elección presidencial de 2018 cuando uno pensaba en el PRI no podían escapar las ideas de corporación, instituciones políticas, historia, represión y corrupción. Hoy parece que la palabra PRI solo imprime historia y fracaso. Esta semana nos enteramos que el ex gobernador de Hidalgo, Omar Fayad, renunció a su militancia de 40 años. Con su renuncia se sumaron a los días 20 personas más. Con Fayad se fue la dirigencia estatal del partido y los diputados locales. Estas renuncias son consecuencias de esta enfermedad terminal que tiene el partido.
No hay que perder la perspectiva histórica que tiene este derrumbe político. El PRI de Hidalgo representó por muchos años una escuela en donde el priismo de antaño se forjó y hasta el sexenio de Enrique Peña Nieto imprimió su sello. El secretario de Gobernación, Osorio Chong y Jesús Murillo Karam, ex procurador General de la República, fueron los políticos más destacados del grupo Hidalgo que despacharon en el último sexenio del PRI. No hay duda de que su liderazgo fue indispensable para que EPN lograra la presidencia, así como aprobar las reformas legales y constitucionales del Pacto por México. Hoy están pagando el precio de sus acciones.
Carolina Viggiano, actual secretaria general del partido y ex candidata a la gubernatura de Hidalgo en 2021, declaró que las renuncias obedecen a los intereses políticos y a la falta de lealtad al partido. No omitió señalar que aquellos que se fueron del PRI de Hidalgo podrían haber estado operando en favor de MORENA. Carolina, al igual que Alejandro Moreno, no puede aceptar que el partido está en una etapa terminal y que probablemente no sobreviva a las elecciones intermedias de 2027. Sí, es cierto, Carolina sabe que el partido necesita una nueva narrativa y nueva nueva generación de políticos para sobrevivir al 2024. Sin embargo, dudo que sea suficiente.
Por último, y a propósito de la competencia entre corcholatas por la candidatura presidencial de Morena, queda la duda sobre la perpetuidad de la coalición Va por México. Algunos panistas aseguran que deben competir sin el PRI en 2024, pues piensan que su mala fama se trasladará al PAN. Esta coalición entre partidos filosóficamente antagónicos tiene como destino fenecer, empezando con la debacle del priismo. Probablemente la extinción del partido tricolor será un parteaguas para una nueva etapa en la historia de la democracia mexicana.