El 21 de marzo pasado el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) cumplió su primer año de operaciones. Su celebración fue marcada por la entonación de un ¿himno? en el séptimo piso del hotel del aeropuerto. El coro de este himno versa «Llegan, llegan hasta tus puertas por siempre abiertas para operar / Vuelos de carga y de pasajeros, AIFA aeropuerto internacional» como presagio de una realidad que tarde (o nunca) llegará.
El AIFA es el sello de la administración del presidente López Obrador. Antes que el ecocida Tren Maya o la refinería, que permanece más tiempo bajo el agua que produciendo algún tipo de hidrocarburo, el AIFA fue el primer golpe sobre la mesa del mandatario. Hay que recordar que antes de que fuera presidente en funciones, Morena y AMLO convocaron a una consulta espuria para decidir sobre el futuro del aeropuerto de Texcoco. A mano alzada y con una participación mediocre se justificó el entierro de Texcoco y la transformación de la base aérea de Santa Lucía.
¿Sobra recordar la corrupción del aeropuerto de Texcoco? Probablemente no, puesto que a la fecha no hay carpetas de investigación que sostengan la premisa obradorista de la existencia de jugosos negocios para los “machuchones”. Tampoco sobra recordar que no solo estamos pagando el AIFA, sino que también estamos pagando el incumplimiento de contratos en el aeropuerto de Texcoco, cifras que ascienden a los 500 mil mdp.
En cifras, el AIFA tampoco ha cumplido su misión: disminuir el tráfico aéreo en el AICM. La base aérea de Santa Lucía ha acumulado en un año alrededor de 14 mil 500 operaciones, cifra que el AICM puede lograr en 12 días de operaciones promedio. Hay que sumar a esto que a la fecha tampoco existe una oferta de transporte inmediato que pueda justificar el desplazamiento al nuevo aeropuerto.
Por último, el aeropuerto de Santa Lucía tampoco parece ser un negocio muy rentable puesto que según el propio general encargado de la operación, de 205 locales comerciales disponibles, únicamente 125 están ocupados. La expansión comercial hacia Estados Unidos pareciera el único remedio ante este aeropuerto enfermo. Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos de la SICT, entre cambios de titulares y de nombre, no puede recuperar la categoría 1. El AIFA no vuela, pero planea bajito.